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Yoga y pascua

27/3/2018

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A primera vista puede parecer descabellado, relacionar los huevos de pascua con el Dios Shiva. Pero quien haya visto el Shiva-Lingam en foma de huevo, puede – por lo menos – comprender, que Shiva podría tener algo que ver con los huevos de pascua… Pero dejemos las especulaciones y exploremos un poco. ¿Existen similitudes entre la pascua cristiana y los conceptos del Yoga y de la espiritualidad védica?
El símbolo del huevo de pascua procede de un culto pre-cristiano de fertilidad y es un símbolo de la eterna renovación y resurrección de la vida. Esta perspectiva encaja muy bien con los actos celebrados durante la pascua. La muerte de Jesús en la cruz y su resurrección después de tres días. Este hecho es para el cristianismo el más importante acontecimiento de la historia humana. Dios se hizo hombre y salvó con su muerte en la cruz y la resurrección a todos los seres humanos que creían en Jesús. Pero siempre hubo voces que ponían en duda tal interpretación. ¿Qué pasaba con la gente que vivió antes de Jesús y con aquellos que no creían en Jesús o que tenían otra religión? ¿No debería ser el propio esfuerzo más vinculante para la liberación?
En el Sanatana Dharma, la sabiduría védica intemporal, de la que también surgieron los diferentes sistemas del Yoga, se conoce una definición algo diferente para la salvación o liberación. Redención significaba entonces la liberación del ciclo del renacer (moksha), respectivamente la disolución del alma humano con lo divino (Laya), y se trataba de evitar el siguiente nacimiento y no de la resurrección (física) después de la muerte. La existencia después de la muerte nunca fue una cuestión en el hinduismo, convencidos de la inmortalidad del alma individual. En el Sanatana Dharma generalmente se acepta, que para lograr este objetivo es igualmente necesario el propio esfuerzo como la gracia de Dios. De todas formas la gracia de Dios se comprende como un hecho individual y no como un acto universal de piedad para toda la humanidad, tal como fue interpretada la muerte en la cruz.
En aquellos tiempos la muerte en la cruz era una manera muy humillante de morir y solo reservada a los delincuentes, así como tal vez hoy la ‘silla eléctrica’. El hijo de Dios muriendo en la cruz era algo inaudito, incomprensible y en ningún caso algo divino. La muerte en la cruz es símbolo por excelencia del sacrificio. La cruz podría representar el símbolo de la existencia mundana que se compone de dos ejes – tiempo y espacio - a los que se crucifica el cuerpo. Y realmente vamos desde nuestro nacimiento encaminados a la muerte…
Como ya mencionado, Sanatana Dharma no considera tanto el problema en la muerte, sino en el nacimiento.  El enredo en siempre nuevos nacimientos se creó – según los Yoga-Sutras – por la ignorancia que se expresa en la convicción de que el alma es uno con el cuerpo físico. Este malentendido “yo soy (solamente) el cuerpo, conlleva que el ser humano considere que el fin de su cuerpo físico equivale al fin de su propia existencia. En el Bhagavad Gita se explica de la siguiente manera: “el verdadero ser nunca nace y nunca morirá… no-nacido, eterno, inmutable y sin edad, no se mata, si el cuerpo se mata.”
¿Yo soy el cuerpo? La muerte de Jesús en la cruz puede ser para nosotros más que un hecho histórico, que se conmemora también por su inmensa trascendencia. Más también que un hecho religioso, en el que se celebra el sacrificio del hijo de Dios. Puede ser parábola para el camino del desarrollo espiritual de cada persona. El cuerpo crucificado de Jesús representa entonces la suposición del alma, de ser idéntico con el cuerpo físico, que en principio solamente es envoltura, un vestido o una herramienta. Desde este concepto erróneo nace el egoísmo. Con la muerte del Ego se rasga el velo de la ignorancia y el verdadero Ser, el verdadero Yo se vuelve otra vez consciente de sí mismo. Esto puede ocurrir por ejemplo en una experiencia de Samadhi o Kundalini, en esta misma vida o en el momento de la misma muerte. El hombre que ha realizado lo divino en si mismo expresa esta realización por sí mismo. El misticismo cristiano conocía esta imagen del alma como cristal que el hombre busca limpiar con su disciplina espiritual para que la luz divina pueda brillar por él sin trabas. En la definición “iluminación” suena una imagen similar.
 
Bodhisattvas y Avatares
El suceso pascual de la muerte y de la resurrección puede tener dos significados para nosotros. Por un lado es imagen para el desarrollo del alma humana en el camino hacia la perfección espiritual. Por otro lado es un suceso con significado sobrehumano. La muerte en la cruz es un sacrificio para la humanidad y con esto más que un camino personal hacia la perfección. En este sentido uno podría recordar al Bodhisattva de la tradición budista, que renuncia a la entrada en Nirvana para ayudar a los almas ignorantes que están todavía sufriendo. También recuerda al concepto indio del Avatar, es decir, que lo Divino de vez en cuando toma forma, para conservar la honradez y la integridad (Dharma) y para alegrar, proteger a los devotos y recordarles el camino de la enseñanza. Tradicionalmente en la India se consideran a Rama y Krishna como Avatares Purna – como la pura manifestación de lo Divino: entre otros: Sri Ramakrishna, Sri Anandamayi Ma y Ramana Maharshi, así como Gurús contemporáneos, como Sai Baba y Mata Amritananda Mayi Ma. De todos estos Gurús se dice que tenían la perfección espiritual ya antes de nacer. El sentido de su encarnación por lo tanto no era el desarrollo espiritual y personal y el cumplir con el propio Karma, sino únicamente el deseo de ayudar a otras almas.
En este sentido la pascua puede ser una evocación en el hecho que Dios no deja sola a la humanidad. Él/ella/ello siempre envía de nuevo a los hijos e hijas de Dios, a santos y avatares, para avivar de nuevo el Fuego del Amor y la sabiduría en los hombres.
El verdadero sacrificio
La pascua celebra el mayor sacrificio que un hombre puede hacer: dar su vida por los demás, y la salvación que sucede a este hecho. En esto es una imagen para el camino del alma. “Solamente por sacrificios se puede alcanzar la inmortalidad”, según los Upanishaden védicos. De ningún modo es necesario tomarse la magnitud de una crucifixión. El sabio Ramana Maharshi dijo que el único sacrificio que el hombre tendría que hacer, era abandonar la falsa identificación con el cuerpo físico. El verdadero sacrificio ocurre fausto y espontaneo. Mata Amritananda Mayi Ma una vez explicó, que todo aquello era falso lo que no aportara felicidad y alegría duradera. El buscador de Dios antes o después (y siempre de nuevo) tendrá la comprensión, que finalmente solo la realización del puro ser divino aportará paz y felicidad. La verdadera naturaleza del Ser es el amor incondicional, la paz y la felicidad, aquello que el hombre incesablemente busca por todas partes, menos en sí mismo. Todo lo mundano es efímero y no aporta felicidad duradera. Este hecho, para la conciencia mundana puede parecer un gran sacrificio, pero el buscador no siente en ello ninguna pérdida – solo beneficio. Por esto el sacrificio no tiene que significar sufrimiento. Al contrario: el sacrificio puede tornarse en la fuente de la felicidad.
Convertir el sufrimiento
La crucifixión de Jesús nos recuerda, que el camino contiene sacrificios. Su resurrección nos enseña, que el sufrimiento y la renuncia pueden ser convertidos en alegría. Sin embargo esto no significa que tengamos que caer en lo extremo y buscar activamente el sufrimiento. Ya de por sí la vida nos trae suficiente sufrimiento inevitable. Pero si nos enfrentamos a ello correctamente, favorecemos nuestro crecimiento y la madurez. Sin embargo mucho depende de la actitud justa. Si no queremos aceptar, que las dificultades tengan su sentido y a menudo produzcan lo mejor en nosotros; si nos oponemos con toda la fuerza al sufrimiento y estamos permanentemente quejándonos y lamentando, no puede producirse el crecimiento. Antes de la resurrección está la crucifixión a la que Jesús se enfrenta totalmente consciente y voluntariamente. Incluso tiene la increíble grandeza de perdonar a sus atormentadores y de rezar por ellos. Es esta mezcla de ecuanimidad y amor que transforma el sufrimiento en comprensión.
La resurrección del propio Ser
Los Yoga-Sutras definen la ecuanimidad y el contentamiento (samtosha) como uno de los requisitos principales del Yoga. El objetivo del Yoga finalmente es superar la ignorancia (avidya). Avidya describe el error de considerar lo perecedero como imperecedero. Pero todo lo material es perecedero. Esta falsa identificación conduce al ciclo de nacimiento y muerte. Solo cuando el hombre se percate de su verdadero Ser, puede ser librado de este ciclo. Esto es la resurrección del verdadero Ser, la victoria sobre la muerte.
„¡Cristo ha vencido a la muerte!“, así dice la buena nueva de la pascua. En sanscrito el vencedor de la muerte se llama Mrtyamjaya. Este es a la vez uno de los nombres de Shiva. Con la que volvemos a Shiva-Lingam y los huevos de pascua – símbolo de renovación y fertilidad. En medio de la inagotable fertilidad de la Madre Naturaleza, que siempre de nuevo celebra la resurrección, podemos escuchar dentro de nosotros el mensaje de la pascua: “Tú no eres el cuerpo, tú eres el verdadero Ser, Consciencia, Felicidad! Tú eres Shiva!”
(M. Bohn)
traducción por J.A. Díaz

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